Lindy Lou
Una vez había una
nena que se llamaba Mariana.
Mariana vivía en
una casa pequeña, que estaba en medio de dos casas muy altas.
Mariana tenía una
muñeca preciosa que se llamaba Lindy Lou.
Un día la mama le
dijo:
-Mariana, ve
hasta el buzón de la equina a echar esta carta para la abuelita.
Mariana tomo la
carta y llamo a Lindy Lou, pues iban a todas partes juntas.
-Vamos, Lindy
Lou, le dijo; yo llevo la carta para la abuelita y tú llevas el paraguas verde
por si llueve.
Cuando llegaron
al buzón, Mariana se afligió pues, por más esfuerzos que hacia no podía
alcanzar la boca del buzón para echar dentro la carta.
-¡Que trabajo!
¡Yo no alcanzo!- decía Mariana-.Mira, Lindy Lou, quédate aquí en el suelo con
el paraguas verde; no lo vayas a soltar. Y yo voy a tratar de echar la carta de
la abuelita en el buzón.
En eso… se levantó
un viento muy fuerte, se abrió de golpe el paragüitas verde… y Lindy Lou se remontó
como si fuera un barrilete.
-¡Lindy Lou!
¡Lindy Lou, baja!- gritaba Mariana llorando.
Pero el viento
era muy fuerte y la muñeca subía, subía con el paraguas verde abierto.
-Yo no lo suelto
por nada –pensaba Lindy Lou muy asustada. Y lloraba:-¡Yo quiero ir con
Mariana!... ¡Qué miedo tengo! ¿A dónde me llevara el viento?
Y volvía a llorar
con lágrimas de muñeca.
De pronto Lindy
Lou sintió un ruido raro.
-¿Qué es eso?-
pensó.
Y vio que el
paragüitas verde se había rajado.
Empezó a bajar...
bajaba… bajaba… hasta que… ¡pum! Cayó en el pasto, justo al lado de un
ternerito colorado.
Lindy Lou lloraba:
-¡Yo quiero
ir con Mariana!... ¡Yo quiero ir con
Mariana!...
El ternerito le
pregunto:
-¿Quién ese tú? ¿De
dónde vienes?
Lindy Lou seguía
llorando:
-¡Quiero ir con
Mariana!
-No llores más o
llorare yo también-le dijo el ternero colorado-. Mejor cuéntame tu aventura.
Cuando Lindy Lou
termino de contarle todo, el ternero le dijo:
-Yo no se cómo tendrás
que hacer para volver con Mariana. Pero mi mama es muy inteligente y sabe
muchas cosas. Vamos a preguntarle a ella.
Doña Vaca escuchó
atentamente la historia de Lindy Lou, mientras seguía comiendo pasto y decía:
-Yo te voy a
ayudar a volver a tu casa, con Mariana.
-¿Cómo, como
tengo que hacer?-decía Lindy Lou.
-Escucha: esta
noche dormirás aquí, con nosotros, en el establo. Mañana bien temprano vendrá
el hombre que lleva las botellas de leche a la ciudad.
Cuando tú veas un
carro amarillo tirado por un caballo blanco, sales corriendo y, sin que el
hombre te vea, subes a él y te escondes entre las botellas de leche. Él te
llevara a tu casa.
-Gracias,
gracias, señora Vaca –dijo Lindy Lou. Le dio un beso al ternerito y se durmió a
su lado, apretando bien el paragüitas verde.
Al otro día
sintió que la sacudían despacito:
-Mumuuuuuuuuuuu…
¡arriba! Ya está el carro del lechero. ¡Adiós y buena suerte!
Lindy Lou espio
para ver si el hombres no la veía, le dio otro beso al ternerito colorado y,
corrió, corrió y se metio en el carro, entre las botellas de leche. El caballo
empezó a andar: tractrac tracatrà… Al fin llego a la ciudad. Se veían las calles,
las plazas… Lindy Lou miraba, escondida detrás de las botellas. De pronto Lindy
Lou reconoció la casa de Mariana, entre dos casas altas. El corazón empezó a
latir muy fuerte.
Lindy Lou espero
que el caballo detuviese la marcha; que el lechero tomara las botellas de leche
que estaban en el umbral de la puerta.
-Ring, ring,
ring… ¡lechero! Grito el hombre y volvió al carro.
En eso se abrió
la puerta... y apareció Mariana a recoger las botellas… ¿y qué vio?...
-¡Lindy Lou,
Lindy Lou, querida!... otra vez estamos juntas. ¡Mamà, mamà!
Y Lindy Lou
sonreía aprentando fuerte el paragüitas verde.
Aquì les dejamos algunos comentarios criticos y pedagogicos y algunas ideas para trabajarlas en la sala con este hermoso cuento.
Comentario Crítico
Este cuento es
fiel reflejo de la vida infantil, responde a sus intereses, penetra en su
mundo.
La niña conversa
con su muñeca y va con ella a todas partes.
Como no ha de ir
con ella llevar una carta al buzón, que
es toda una aventura.
Llevar el
paraguas por si llueve, para ir hasta la esquina de la casa, entra en la lógica
infantil, ya que tener un paraguas y una cartera son ambiciones normales en
toda niña “que se precie”…
Lo imprevisto es
siempre mágico para el niño; así que esa ráfaga violenta que abre el paraguas
de Lindy Lou y la remonta con él, entra en el plano de su realidad. La autora
no explica como sujeta el pomo del paraguas, de ahí que quede la sensación de
que Lindy Lou lo aprieta con su mano, conscientemente.
Rasgarse la tela
del paraguas y caer, sería el retorno a nuestro mundo. Pero la que viaja es una
muñeca con un paragüitas verde, así que no se puede abandonar ese plano natural
de la fantasía, sin romper el clima del cuento. Por eso cae junto a un ternerito cuyo amor filial lo lleva a
consultar al sùmmum de la sabiduría: “mi mamá”.
La muñeca habla;
la vaca y el ternero hablan con ella. Esto es lo natural, de otra manera ¿Cómo podría
aconsejarla? Como las mamas lo saben todo, es lógico que la vaca aconseje bien
a Lindy Lou.
Los elementos
psicológicos subyacentes son extraordinariamente acertados: necesidad de
seguridad, necesidad de tranquilidad, necesidad de amor, se resuelven en una
sola forma: volver a casa. Es un canto al amor familiar y responde a las
urgencias del niño.
Los elementos
físicos: el paraguas abierto y la suspensión, la fuerza del viento, la rajadura
de la tela que obliga al descenso, la fuerza de la gravedad, son nociones ajenas
totalmente a los intereses del niño de esa edad, pero quedaran en el
subconsciente para ayudar a su comprensión en el futuro.
COMENTARIO
PEDAGOCICO
La maestra ha planeado la
proyección de este cuento para dos días.
En expresión gráfica
lo han realizado empleando collage, tempera, esgrafiado, parquetry, plasticola,
lavandina, sellos de papa, etc., en composiciones encantadoras.
En plantado
argentino, han logrado verdaderos aciertos de expresión. Armaron los personajes
en los palillos, utilizando corchos y vistiéndolos con trozos de papel o de
tela, plegando, atando, pegando, pintando.
Las técnicas
verapeñalozianas permitieron organizar el material para una mesa de arena que
ayuda a la evolución de la labor cumplida.
Los personajes se
arman con trozos de tergoplas o modelados o recortados y pegados; las casas con
cajas de diferentes alturas, pintadas las ventanas y puertas o recortadas
haciendo picados primeros; el pasto con papeles recortados o pasto natural
plantado en la arena. El carro con cajas en desusos y, como ruedas, tapitas de
botellas.
Para realizar
todos estos trabajos se cumplen todas clases de ocupaciones y manualidades; el ejercicio
sensorial es continuo; el sentido de proporción; las posiciones revelan una
lenta y precisa conquista del espacio. Alto-bajo; bajo entres dos altos; ir-
volver; subir-bajar (o caer).
El cuento,
llevado al ritmo, permite verlos ir al buzón llevando la carta en una mano y la
muñeca en otra; observar sus movimientos en puntas de pie para alcanzar la boca
del buzón; soplar papelitos trozados por ellos manteniéndolos en alto; los
gestos y ademanes de Mariana, con movimientos de brazos, cuello, cabeza y
torso, clamando a Lindy Lou que baje.
Es notable
comprobar el valor del cuento como factor desencadenante de ritmos corporales.
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